John Mc Lane a punto trabajar como soporte técnico |
Pero no me puedo quejar, todo era amabilidad, trato muy cordial, sonrisas por doquier, niñas amables que me daban sillas, me indicaban donde firmar, incluso hubo una que me limpió con suma cortesía el dedo que manché en el tampón para poner mi huella digital. ¡Oh!, no quería herir susceptibilidades, después de todo ya no estoy en la policía de Nueva York.
Diligentes también se mostraban un par de maripositas de cabeza rapada, atildados saltaban ellos a mí menor gesto, se diría que se asustaban si se me ocurría rascarme la cabeza, cuando pedí pasar al baño a uno de ellos casi le dio hipo. A estas alturas casi no tenía duda, el área de recursos humanos era el jardín de las ninfas, nereidas, sopranos, eunucos y castratos.
Ese día conocí a Mariella, una niña que fue la encargada de guiarme por los pasillos de THORPE acrónimo de Trans Holding Research Peruvian Enterprise. Iba ser mi casa por una dos semanas, bueno, mi casa es un decir, en realidad mi centro de labores, dos semanas para probar como era mi desenvolvimiento en unas oficinas normales, destacado como soporte técnico en una oficina de sistemas, tiempo en el cual secretas cámaras me grabarían para que los espectadores del programa de Telerrealidad o reality como quieran llamarlo Life Streaming Extreme se entretuvieran conmigo, con John McLane, un recio y duro policía de Nueva York sometido a los extremos peligros de una empresa común y corriente. Un antiguo héroe anti terrorista enfrentado a los avatares de la cotidiana realidad de miles de seres anónimos que pueblan cualquier compañía mediana del mundo. Al terminar ese día Mariella se fijó en lo abultado de mi solapa.
-Ya no traiga su revolver señor McLane.
Se lo prometí con un gesto mientras entraba al taxi rumbo al hotel.
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